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Hace cuarenta anos, cuando dibujaba las primeras páginas de Paracuellos, probablemente no imaginaba Carlos Giménez que estaba alumbrando una serie que había de adquirir un estatus mítico, el de piedra fundacional del cómic autobiográfico espanol y europeo. Y lo hizo sin atacar la historia bélica sino el flanco humano, las consecuencias y los desastres de la guerra. Por estas páginas se pasean los huérfanos que dejó la guerra civil, con sus chascarrillos, sus juegos y sus héroes de los tebeos ; los falangistas que les inculcaban "el espíritu nacional", las madres separadas de sus hijos, el hambre y la soledad.