Hay en la vida de todo hombre y de toda mujer un momento irrepetible en que el infierno, el purgatorio y el cielo estàn màs cerca que nunca. A esa edad iinprecisa en la que todo falta, menos sexo, miedo e imprudencia. Mila, Boris y Keller son tres jôvenes amigos que existen en Buenos Aires, pero todavia no saben a quién parecerse. Carecen de todo, menos de presunciôn. Se aman y estàn a punto de traicionarse - todavia no Io saben. Mila quiere escribir y no sabe a quién debe herir (arrastra la huella de un episodio sombrio). Boris quiere componer mùsica y no sabe a quién imitar. Keller Io quiere todo y, en consecuencia, desea destruirlo todo. AI fin y al cabo, sufrir es un modo de sentirse vivo cuando todo Io demàs parece fallar. Cuando la peripecia de la vida parece insignificante, el dolor nos hace tangibles, inmediatos, resucitados. Los tres jôvenes intuyen que el fracaso existe, inminente. La misma juventud - ese becerro de oro, ese don tan envidiado - parece una trampa mortal. Pues si no podemos ser viejos antes de haber cumplido veinte afios, ide qué sirve la juventud ? La imagen fugitiva de esta colisi6n sentimental -también sexual, teolôgica, lingüfstica, sensual, parôdica, ridicula y cruel - es orgullosa y tenaz. Porque Los impacientes es, entre otras muchas cosas, una historia de amor. El amor tal como era a fines del siglo xx. La escritura de Gonzalo Garcés capta con precisiôn musical la màs leve inflexiôn de los sentimientos, el aliento de las imàgenes sofiadas, el pàlpito secreto de los deseos, la sensual evocaciôn de unos afios que se han ido. Los impacientes, con humor y desesperaciôn, es la gozosa y lograda imagen de nuestro fin de siglo, concebido con inteligencia, depurado dominio dramàtico, profundo e impecable conocimiento de unos inolvidables personajes.