Nouveauté

Toda guerra es estúpida y quien la inicia es un imbécil

Par : DAVID FRANCISCO CAMARGO HERNÁN
Offrir maintenant
Ou planifier dans votre panier
Disponible dans votre compte client Decitre ou Furet du Nord dès validation de votre commande. Le format ePub est :
  • Compatible avec une lecture sur My Vivlio (smartphone, tablette, ordinateur)
  • Compatible avec une lecture sur liseuses Vivlio
  • Pour les liseuses autres que Vivlio, vous devez utiliser le logiciel Adobe Digital Edition. Non compatible avec la lecture sur les liseuses Kindle, Remarkable et Sony
Logo Vivlio, qui est-ce ?

Notre partenaire de plateforme de lecture numérique où vous retrouverez l'ensemble de vos ebooks gratuitement

Pour en savoir plus sur nos ebooks, consultez notre aide en ligne ici
C'est si simple ! Lisez votre ebook avec l'app Vivlio sur votre tablette, mobile ou ordinateur :
Google PlayApp Store
  • FormatePub
  • ISBN8232809362
  • EAN9798232809362
  • Date de parution17/09/2025
  • Protection num.pas de protection
  • Infos supplémentairesepub
  • ÉditeurHamza elmir

Résumé

Desde hace siglos, la humanidad se empeña en demostrarnos que el ego, la codicia y la estupidez son sus peores enemigos. No importa si se empuñan espadas, se lanzan cañones, se disparan misiles o se manejan drones desde miles de kilómetros de distancia: la esencia de la guerra sigue siendo la misma. La violencia organizada, justificada por discursos grandilocuentes, sigue partiendo del mismo punto de origen: la mente de un individuo o un grupo que decide, desde la comodidad de un escritorio, encender la mecha sin jamás ensuciarse las manos.
Lo verdaderamente absurdo -y trágico- es que en pleno siglo XXI, rodeados de avances científicos, tecnología de punta y acceso inmediato al conocimiento histórico, seguimos cometiendo los mismos errores de siempre. La única diferencia es que ahora morimos más rápido, más eficientemente, y con menos contacto humano. Ya no hace falta mirar a los ojos a quien vas a matar. Basta con un clic, una orden remota, un algoritmo de ataque.
La guerra se ha deshumanizado aún más, si es que eso era posible. Se ejecuta desde pantallas, se transmite por redes sociales, se convierte en tendencia y en meme. Los muertos son cifras que se actualizan cada hora, mientras las fake news compiten con los videos de TikTok por nuestra atención. Y todo mientras políticos, generales y empresarios justifican la masacre con frases prefabricadas sobre "seguridad", "defensa nacional" o "restaurar el orden".
Los verdaderos responsables casi nunca pagan el precio. Quienes ordenan estas locuras rara vez pisan el campo de batalla, pero no dudan en enviar a miles a morir por intereses que jamás serán los suyos: control de recursos, contratos multimillonarios, ambiciones geopolíticas, vanidad personal o simple sed de poder. Son ellos -los que nunca sangran, nunca pierden hijos, nunca reconstruyen ciudades- los que deciden cuándo empieza y, a veces, cuándo termina la matanza.
En este libro, se incluye una encuesta que refleja la percepción de la sociedad sobre las guerras y quienes las inician. Los datos son claros: la mayoría ve el poder político, la ambición económica y la necesidad de reconocimiento como las principales motivaciones para iniciar conflictos. También revela una desconfianza generalizada hacia los líderes que, con plena conciencia del sufrimiento que causan, siguen justificando la violencia con argumentos huecos.
A través de una tipología de personajes, se identifican perfiles recurrentes: el ambicioso de poder, el avaricioso económico, el narcisista que busca reconocimiento, el fanático ideológico, el defensor reactivo, el ignorante impulsivo y el manipulado desinformado. Todos distintos, pero con un rasgo en común: toman decisiones que arrastran a millones al dolor y la muerte, sin asumir jamás las consecuencias reales de sus actos.
Las reflexiones finales de esta obra no buscan solo denunciar la estupidez de las guerras, sino invitar a una toma de conciencia urgente. Porque cada guerra que comienza no es un acto inevitable del destino, sino una decisión humana que podría haberse evitado. Y cada vez que normalizamos la guerra como una "herramienta política", estamos renunciando a nuestra humanidad, legitimando la violencia como lenguaje universal y condenando al futuro a repetir el pasado. Toda guerra es estúpida.
Toda guerra deja cicatrices que ninguna bandera puede justificar. Y quien la inicia, quien la alimenta y quien la justifica desde el poder, no solo es un imbécil, sino un cobarde que nunca paga el precio que impone a otros, y que debe ser recordado no como un líder fuerte, sino como lo que realmente es: un destructor de vidas.
Desde hace siglos, la humanidad se empeña en demostrarnos que el ego, la codicia y la estupidez son sus peores enemigos. No importa si se empuñan espadas, se lanzan cañones, se disparan misiles o se manejan drones desde miles de kilómetros de distancia: la esencia de la guerra sigue siendo la misma. La violencia organizada, justificada por discursos grandilocuentes, sigue partiendo del mismo punto de origen: la mente de un individuo o un grupo que decide, desde la comodidad de un escritorio, encender la mecha sin jamás ensuciarse las manos.
Lo verdaderamente absurdo -y trágico- es que en pleno siglo XXI, rodeados de avances científicos, tecnología de punta y acceso inmediato al conocimiento histórico, seguimos cometiendo los mismos errores de siempre. La única diferencia es que ahora morimos más rápido, más eficientemente, y con menos contacto humano. Ya no hace falta mirar a los ojos a quien vas a matar. Basta con un clic, una orden remota, un algoritmo de ataque.
La guerra se ha deshumanizado aún más, si es que eso era posible. Se ejecuta desde pantallas, se transmite por redes sociales, se convierte en tendencia y en meme. Los muertos son cifras que se actualizan cada hora, mientras las fake news compiten con los videos de TikTok por nuestra atención. Y todo mientras políticos, generales y empresarios justifican la masacre con frases prefabricadas sobre "seguridad", "defensa nacional" o "restaurar el orden".
Los verdaderos responsables casi nunca pagan el precio. Quienes ordenan estas locuras rara vez pisan el campo de batalla, pero no dudan en enviar a miles a morir por intereses que jamás serán los suyos: control de recursos, contratos multimillonarios, ambiciones geopolíticas, vanidad personal o simple sed de poder. Son ellos -los que nunca sangran, nunca pierden hijos, nunca reconstruyen ciudades- los que deciden cuándo empieza y, a veces, cuándo termina la matanza.
En este libro, se incluye una encuesta que refleja la percepción de la sociedad sobre las guerras y quienes las inician. Los datos son claros: la mayoría ve el poder político, la ambición económica y la necesidad de reconocimiento como las principales motivaciones para iniciar conflictos. También revela una desconfianza generalizada hacia los líderes que, con plena conciencia del sufrimiento que causan, siguen justificando la violencia con argumentos huecos.
A través de una tipología de personajes, se identifican perfiles recurrentes: el ambicioso de poder, el avaricioso económico, el narcisista que busca reconocimiento, el fanático ideológico, el defensor reactivo, el ignorante impulsivo y el manipulado desinformado. Todos distintos, pero con un rasgo en común: toman decisiones que arrastran a millones al dolor y la muerte, sin asumir jamás las consecuencias reales de sus actos.
Las reflexiones finales de esta obra no buscan solo denunciar la estupidez de las guerras, sino invitar a una toma de conciencia urgente. Porque cada guerra que comienza no es un acto inevitable del destino, sino una decisión humana que podría haberse evitado. Y cada vez que normalizamos la guerra como una "herramienta política", estamos renunciando a nuestra humanidad, legitimando la violencia como lenguaje universal y condenando al futuro a repetir el pasado. Toda guerra es estúpida.
Toda guerra deja cicatrices que ninguna bandera puede justificar. Y quien la inicia, quien la alimenta y quien la justifica desde el poder, no solo es un imbécil, sino un cobarde que nunca paga el precio que impone a otros, y que debe ser recordado no como un líder fuerte, sino como lo que realmente es: un destructor de vidas.
Fraudes por VISHING
DAVID FRANCISCO CAMARGO HERNÁN
E-book
21,49 €
Odio entre hermanos
DAVID FRANCISCO CAMARGO HERNÁN
E-book
21,49 €
Padres sumisos hijos soberanos
DAVID FRANCISCO CAMARGO HERNÁN
E-book
21,49 €
Reforma Tributaria a la Inversa
DAVID FRANCISCO CAMARGO HERNÁN
E-book
21,49 €
Torturado por un extraterrestre
DAVID FRANCISCO CAMARGO HERNÁN
E-book
12,99 €
Soplin y Mariguano
DAVID FRANCISCO CAMARGO HERNÁN
E-book
10,49 €
El congresista perverso
DAVID FRANCISCO CAMARGO HERNÁN
E-book
12,99 €
El dinero sabe a quién busca
DAFRA, DAVID FRANCISCO CAMARGO HERNÁN
E-book
12,99 €