Esta historia está basada en un caso real, aunque con nombres cambiados. Aquí no hay ogros escondidos en cuevas ni lobos disfrazados de ovejas. El monstruo vivía en un penthouse, con vista panorámica a una ciudad que prefiere mirar hacia otro lado. Rodeado de arte importado que nunca entiende, vinos caros que no sabe saborear y libros apilados como trofeos de una cultura que nunca abrazó. Se llama Rascael Hoguera, un hombre cuyo rostro no provoca miedo, sino confianza.
Esa es su mejor arma: la sonrisa impecable y una billetera que compite en tamaño con su falta total de conciencia. Su víctima es Yamana Chamboni, una niña de siete años que tuvo la desgracia de nacer sin privilegios. Sin apellidos que abrieran puertas, sin contactos que inclinaran la balanza, solo con sueños minúsculos que cabían en su vieja mochila escolar y en una bicicleta que más parecía un tesoro que un vehículo.
Como en tantas historias que imitan a la cruda realidad, su destino se selló antes de tiempo, en un drama que no merecía pero que el sistema le impuso sin misericordia. La sociedad reaccionó rápido esta vez: el monstruo fue detenido poco después de ser hallado infraganti, sin tiempo para que la impunidad tejiera su red. No hubo espacio para cócteles exclusivos ni reuniones empresariales que protegieran su imagen.
Sin embargo, a pesar de su pronta captura, el sistema y la sociedad siguen enfrentando la difícil tarea de reparar el daño y evitar que estas tragedias se repitan. Mientras tanto, él seguía disfrazado de ciudadano ejemplar y defensor de causas nobles en redes sociales, una fachada que nada pudo ocultar frente a la evidencia de su crimen. Este relato es ficción en nombres, pero no en las estructuras que lo hacen posible.
El sistema judicial que mira para otro lado cuando el que sufre no tiene apellidos poderosos es tan real como la impunidad que viste de etiqueta. El machismo estructural, ese monstruo en las sombras, es real. La indignación selectiva que castiga al débil y protege al fuerte es tan palpable como el aire que respiramos. Y el silencio cómplice que envuelve a los monstruos que habitan arriba, con vista a la ciudad, es la verdadera conspiración. En el libro se incluye una encuesta que desnuda opiniones, una serie de tipologías que describen personajes atrapados en esta tragicomedia social, y reflexiones finales que invitan a pensar - y a no olvidar.
Porque mientras siga existiendo un penthouse desde donde se orquesta la impunidad, y una Yamana sin voz, esta historia no será solo un relato, sino una denuncia urgente, mordaz y necesaria.
Esta historia está basada en un caso real, aunque con nombres cambiados. Aquí no hay ogros escondidos en cuevas ni lobos disfrazados de ovejas. El monstruo vivía en un penthouse, con vista panorámica a una ciudad que prefiere mirar hacia otro lado. Rodeado de arte importado que nunca entiende, vinos caros que no sabe saborear y libros apilados como trofeos de una cultura que nunca abrazó. Se llama Rascael Hoguera, un hombre cuyo rostro no provoca miedo, sino confianza.
Esa es su mejor arma: la sonrisa impecable y una billetera que compite en tamaño con su falta total de conciencia. Su víctima es Yamana Chamboni, una niña de siete años que tuvo la desgracia de nacer sin privilegios. Sin apellidos que abrieran puertas, sin contactos que inclinaran la balanza, solo con sueños minúsculos que cabían en su vieja mochila escolar y en una bicicleta que más parecía un tesoro que un vehículo.
Como en tantas historias que imitan a la cruda realidad, su destino se selló antes de tiempo, en un drama que no merecía pero que el sistema le impuso sin misericordia. La sociedad reaccionó rápido esta vez: el monstruo fue detenido poco después de ser hallado infraganti, sin tiempo para que la impunidad tejiera su red. No hubo espacio para cócteles exclusivos ni reuniones empresariales que protegieran su imagen.
Sin embargo, a pesar de su pronta captura, el sistema y la sociedad siguen enfrentando la difícil tarea de reparar el daño y evitar que estas tragedias se repitan. Mientras tanto, él seguía disfrazado de ciudadano ejemplar y defensor de causas nobles en redes sociales, una fachada que nada pudo ocultar frente a la evidencia de su crimen. Este relato es ficción en nombres, pero no en las estructuras que lo hacen posible.
El sistema judicial que mira para otro lado cuando el que sufre no tiene apellidos poderosos es tan real como la impunidad que viste de etiqueta. El machismo estructural, ese monstruo en las sombras, es real. La indignación selectiva que castiga al débil y protege al fuerte es tan palpable como el aire que respiramos. Y el silencio cómplice que envuelve a los monstruos que habitan arriba, con vista a la ciudad, es la verdadera conspiración. En el libro se incluye una encuesta que desnuda opiniones, una serie de tipologías que describen personajes atrapados en esta tragicomedia social, y reflexiones finales que invitan a pensar - y a no olvidar.
Porque mientras siga existiendo un penthouse desde donde se orquesta la impunidad, y una Yamana sin voz, esta historia no será solo un relato, sino una denuncia urgente, mordaz y necesaria.