Nouveauté
Mercenario colombiano
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- FormatePub
- ISBN8232492168
- EAN9798232492168
- Date de parution09/11/2025
- Protection num.pas de protection
- Infos supplémentairesepub
- ÉditeurHamza elmir
Résumé
Hay profesiones que requieren años de estudio, contactos y un buen LinkedIn. Y luego están ellos: los que no necesitan oficina, ni jefe, ni prestaciones, solo una maleta, un mapa y un sentido del riesgo que haría sudar a cualquier mortal. Algunos los llaman mercenarios colombianos, otros simplemente gente que decidió que la rutina es demasiado aburrida. y que las vacaciones son un lujo sobrevalorado.
La mayoría empieza por necesidad, pero con el tiempo descubre que su trabajo tiene ventajas: no hay reuniones de Zoom, ni metas trimestrales, ni compañeros que manden memes de motivación. Su jefe es el destino, y su salario se mide en adrenalina, anécdotas imposibles de contar en familia y un par de historias que ni Prime video se atrevería a adaptar. El uniforme varía según la ocasión: a veces elegante, a veces de camuflaje, y otras, una mezcla tan extraña que hace pensar si la moda civil alguna vez será lo suficientemente audaz.
En la maleta, en lugar de souvenirs, cargan cicatrices con valor sentimental y un sentido del humor que sobrevive a explosiones, lluvias torrenciales y a las inevitables reuniones incómodas. Son expertos en negociar con el infortunio. Mientras otros comparan precios de boletos de avión, ellos comparan probabilidades de supervivencia. Y aunque no lo digan, disfrutan del drama: si la vida fuera una película, los mercenarios colombianos siempre tendrían el papel principal.
o al menos el que más dispara y menos se preocupa por el guion. En el amor no son precisamente un éxito. No porque no quieran, sino porque su idea de "dar espacio" es desaparecer durante semanas. o meses. Sin embargo, son irresistibles: nada más seductor que alguien que desactiva un conflicto con la misma calma con la que prepara un café instantáneo, y que además tiene historias que harían palidecer a cualquier influencer romántico.
A veces fantasean con una vida normal: oficina, tráfico, vecinos chismosos, el drama del WiFi. Pero luego recuerdan que la rutina también mata, solo que con menos estilo. Así que vuelven a hacer lo que mejor saben: improvisar, sobrevivir y bromear sobre temas que a cualquier otro le parecerían inapropiados, todo con la sonrisa discreta de un mercenario colombiano que sabe que nadie lo hace mejor. Y cuando todo se calma, guardan silencio.
No por culpa, sino por costumbre. Porque en su mundo, las palabras se gastan rápido y las risas son la única forma segura de conservar la cordura. Si la vida es un juego, ellos ya perdieron el miedo a apostar. y los mercenarios colombianos lo hacen con estilo, astucia y un toque de humor que ni la gravedad logra arruinar. En el libro se presenta una encuesta, una serie de tipologías y reflexiones finales.
La mayoría empieza por necesidad, pero con el tiempo descubre que su trabajo tiene ventajas: no hay reuniones de Zoom, ni metas trimestrales, ni compañeros que manden memes de motivación. Su jefe es el destino, y su salario se mide en adrenalina, anécdotas imposibles de contar en familia y un par de historias que ni Prime video se atrevería a adaptar. El uniforme varía según la ocasión: a veces elegante, a veces de camuflaje, y otras, una mezcla tan extraña que hace pensar si la moda civil alguna vez será lo suficientemente audaz.
En la maleta, en lugar de souvenirs, cargan cicatrices con valor sentimental y un sentido del humor que sobrevive a explosiones, lluvias torrenciales y a las inevitables reuniones incómodas. Son expertos en negociar con el infortunio. Mientras otros comparan precios de boletos de avión, ellos comparan probabilidades de supervivencia. Y aunque no lo digan, disfrutan del drama: si la vida fuera una película, los mercenarios colombianos siempre tendrían el papel principal.
o al menos el que más dispara y menos se preocupa por el guion. En el amor no son precisamente un éxito. No porque no quieran, sino porque su idea de "dar espacio" es desaparecer durante semanas. o meses. Sin embargo, son irresistibles: nada más seductor que alguien que desactiva un conflicto con la misma calma con la que prepara un café instantáneo, y que además tiene historias que harían palidecer a cualquier influencer romántico.
A veces fantasean con una vida normal: oficina, tráfico, vecinos chismosos, el drama del WiFi. Pero luego recuerdan que la rutina también mata, solo que con menos estilo. Así que vuelven a hacer lo que mejor saben: improvisar, sobrevivir y bromear sobre temas que a cualquier otro le parecerían inapropiados, todo con la sonrisa discreta de un mercenario colombiano que sabe que nadie lo hace mejor. Y cuando todo se calma, guardan silencio.
No por culpa, sino por costumbre. Porque en su mundo, las palabras se gastan rápido y las risas son la única forma segura de conservar la cordura. Si la vida es un juego, ellos ya perdieron el miedo a apostar. y los mercenarios colombianos lo hacen con estilo, astucia y un toque de humor que ni la gravedad logra arruinar. En el libro se presenta una encuesta, una serie de tipologías y reflexiones finales.
Hay profesiones que requieren años de estudio, contactos y un buen LinkedIn. Y luego están ellos: los que no necesitan oficina, ni jefe, ni prestaciones, solo una maleta, un mapa y un sentido del riesgo que haría sudar a cualquier mortal. Algunos los llaman mercenarios colombianos, otros simplemente gente que decidió que la rutina es demasiado aburrida. y que las vacaciones son un lujo sobrevalorado.
La mayoría empieza por necesidad, pero con el tiempo descubre que su trabajo tiene ventajas: no hay reuniones de Zoom, ni metas trimestrales, ni compañeros que manden memes de motivación. Su jefe es el destino, y su salario se mide en adrenalina, anécdotas imposibles de contar en familia y un par de historias que ni Prime video se atrevería a adaptar. El uniforme varía según la ocasión: a veces elegante, a veces de camuflaje, y otras, una mezcla tan extraña que hace pensar si la moda civil alguna vez será lo suficientemente audaz.
En la maleta, en lugar de souvenirs, cargan cicatrices con valor sentimental y un sentido del humor que sobrevive a explosiones, lluvias torrenciales y a las inevitables reuniones incómodas. Son expertos en negociar con el infortunio. Mientras otros comparan precios de boletos de avión, ellos comparan probabilidades de supervivencia. Y aunque no lo digan, disfrutan del drama: si la vida fuera una película, los mercenarios colombianos siempre tendrían el papel principal.
o al menos el que más dispara y menos se preocupa por el guion. En el amor no son precisamente un éxito. No porque no quieran, sino porque su idea de "dar espacio" es desaparecer durante semanas. o meses. Sin embargo, son irresistibles: nada más seductor que alguien que desactiva un conflicto con la misma calma con la que prepara un café instantáneo, y que además tiene historias que harían palidecer a cualquier influencer romántico.
A veces fantasean con una vida normal: oficina, tráfico, vecinos chismosos, el drama del WiFi. Pero luego recuerdan que la rutina también mata, solo que con menos estilo. Así que vuelven a hacer lo que mejor saben: improvisar, sobrevivir y bromear sobre temas que a cualquier otro le parecerían inapropiados, todo con la sonrisa discreta de un mercenario colombiano que sabe que nadie lo hace mejor. Y cuando todo se calma, guardan silencio.
No por culpa, sino por costumbre. Porque en su mundo, las palabras se gastan rápido y las risas son la única forma segura de conservar la cordura. Si la vida es un juego, ellos ya perdieron el miedo a apostar. y los mercenarios colombianos lo hacen con estilo, astucia y un toque de humor que ni la gravedad logra arruinar. En el libro se presenta una encuesta, una serie de tipologías y reflexiones finales.
La mayoría empieza por necesidad, pero con el tiempo descubre que su trabajo tiene ventajas: no hay reuniones de Zoom, ni metas trimestrales, ni compañeros que manden memes de motivación. Su jefe es el destino, y su salario se mide en adrenalina, anécdotas imposibles de contar en familia y un par de historias que ni Prime video se atrevería a adaptar. El uniforme varía según la ocasión: a veces elegante, a veces de camuflaje, y otras, una mezcla tan extraña que hace pensar si la moda civil alguna vez será lo suficientemente audaz.
En la maleta, en lugar de souvenirs, cargan cicatrices con valor sentimental y un sentido del humor que sobrevive a explosiones, lluvias torrenciales y a las inevitables reuniones incómodas. Son expertos en negociar con el infortunio. Mientras otros comparan precios de boletos de avión, ellos comparan probabilidades de supervivencia. Y aunque no lo digan, disfrutan del drama: si la vida fuera una película, los mercenarios colombianos siempre tendrían el papel principal.
o al menos el que más dispara y menos se preocupa por el guion. En el amor no son precisamente un éxito. No porque no quieran, sino porque su idea de "dar espacio" es desaparecer durante semanas. o meses. Sin embargo, son irresistibles: nada más seductor que alguien que desactiva un conflicto con la misma calma con la que prepara un café instantáneo, y que además tiene historias que harían palidecer a cualquier influencer romántico.
A veces fantasean con una vida normal: oficina, tráfico, vecinos chismosos, el drama del WiFi. Pero luego recuerdan que la rutina también mata, solo que con menos estilo. Así que vuelven a hacer lo que mejor saben: improvisar, sobrevivir y bromear sobre temas que a cualquier otro le parecerían inapropiados, todo con la sonrisa discreta de un mercenario colombiano que sabe que nadie lo hace mejor. Y cuando todo se calma, guardan silencio.
No por culpa, sino por costumbre. Porque en su mundo, las palabras se gastan rápido y las risas son la única forma segura de conservar la cordura. Si la vida es un juego, ellos ya perdieron el miedo a apostar. y los mercenarios colombianos lo hacen con estilo, astucia y un toque de humor que ni la gravedad logra arruinar. En el libro se presenta una encuesta, una serie de tipologías y reflexiones finales.






















