Imagínate despertar cada día como si hubiera caído en un agujero negro, donde el pasado, el presente y el futuro se entrelazan en un revoltijo indescifrable. Ese agujero no es solo un mal sueño o una metáfora, es la nueva realidad de quienes enfrentan el Alzheimer, una enfermedad que descompone la mente en pequeños trozos y ni siquiera permite recogerlos todos. No se trata solo de olvidar dónde dejaste las llaves o cómo se llamaba aquella película que viste hace un rato.
No. Es mucho peor. Es olvidarte de quién eres, de quién fuiste, y de quién esperabas ser. Es ser un extraño dentro de tu propio cuerpo, un actor principal de una obra que ya no entiende ni el libreto ni el final. Es vivir la paradoja de la lucidez que maldice: ser consciente de que te estás perdiendo a ti mismo, y que cada momento de claridad solo sirve para intensificar la angustia. Pero no te equivoques: el Alzheimer no es solo un drama íntimo, es también un espectáculo público y familiar, un circo de miradas desconcertadas, silencios incómodos y excusas sofisticadas.
La enfermedad se convierte en el tema tabú, la sombra que nadie quiere nombrar y que, sin embargo, define cada reunión, cada conversación, cada gesto. La familia, ese supuesto refugio, a veces se rompe con la misma facilidad con que se quiebra una taza vieja. El geriátrico, ese eufemismo que pretende disfrazar el abandono con etiqueta premium, se vuelve la coartada perfecta para el distanciamiento emocional disfrazado de "cuidado especializado".
Y mientras tanto, el tiempo se convierte en el peor enemigo, una broma cruel que juega con los calendarios y las esperanzas, porque en el mundo del Alzheimer, los minutos y las horas no tienen valor ni sentido. Fingir normalidad es la puesta en escena diaria que nadie aplaude, y el cuidador invisible se transforma en el héroe anónimo que agoniza sin reconocimiento, atrapado en una batalla silenciosa contra el desgaste emocional y físico.
Así que, si alguna vez te preguntas "Me dio Alzheimer, ¿y ahora qué?", prepárate para un viaje donde la realidad se fragmenta, la dignidad se defiende con uñas y dientes, y el amor se prueba en la resistencia cotidiana, en esos pequeños milagros mínimos que ni siquiera la enfermedad puede robar. Bienvenido a la vida en pedazos, a la memoria que se escapa, y a la lucha silenciosa que pocos se atreven a contar.
En el libro se presenta una encuesta, una serie de tipologías y reflexiones finales.
Imagínate despertar cada día como si hubiera caído en un agujero negro, donde el pasado, el presente y el futuro se entrelazan en un revoltijo indescifrable. Ese agujero no es solo un mal sueño o una metáfora, es la nueva realidad de quienes enfrentan el Alzheimer, una enfermedad que descompone la mente en pequeños trozos y ni siquiera permite recogerlos todos. No se trata solo de olvidar dónde dejaste las llaves o cómo se llamaba aquella película que viste hace un rato.
No. Es mucho peor. Es olvidarte de quién eres, de quién fuiste, y de quién esperabas ser. Es ser un extraño dentro de tu propio cuerpo, un actor principal de una obra que ya no entiende ni el libreto ni el final. Es vivir la paradoja de la lucidez que maldice: ser consciente de que te estás perdiendo a ti mismo, y que cada momento de claridad solo sirve para intensificar la angustia. Pero no te equivoques: el Alzheimer no es solo un drama íntimo, es también un espectáculo público y familiar, un circo de miradas desconcertadas, silencios incómodos y excusas sofisticadas.
La enfermedad se convierte en el tema tabú, la sombra que nadie quiere nombrar y que, sin embargo, define cada reunión, cada conversación, cada gesto. La familia, ese supuesto refugio, a veces se rompe con la misma facilidad con que se quiebra una taza vieja. El geriátrico, ese eufemismo que pretende disfrazar el abandono con etiqueta premium, se vuelve la coartada perfecta para el distanciamiento emocional disfrazado de "cuidado especializado".
Y mientras tanto, el tiempo se convierte en el peor enemigo, una broma cruel que juega con los calendarios y las esperanzas, porque en el mundo del Alzheimer, los minutos y las horas no tienen valor ni sentido. Fingir normalidad es la puesta en escena diaria que nadie aplaude, y el cuidador invisible se transforma en el héroe anónimo que agoniza sin reconocimiento, atrapado en una batalla silenciosa contra el desgaste emocional y físico.
Así que, si alguna vez te preguntas "Me dio Alzheimer, ¿y ahora qué?", prepárate para un viaje donde la realidad se fragmenta, la dignidad se defiende con uñas y dientes, y el amor se prueba en la resistencia cotidiana, en esos pequeños milagros mínimos que ni siquiera la enfermedad puede robar. Bienvenido a la vida en pedazos, a la memoria que se escapa, y a la lucha silenciosa que pocos se atreven a contar.
En el libro se presenta una encuesta, una serie de tipologías y reflexiones finales.