En el corazón de la calle San Diego, en la Galería Comercial Metrópolis, un examen corporativo es la última oportunidad para un soñador crónico que se sabe un error de fábrica. Sin preparación, sin herramientas, su plan de copiar se desmorona cuando lo sientan en el primer puesto, bajo la luz cruda de la vigilancia. La derrota parece absoluta hasta que la colación llega: un queque industrial con un pelo largo, negro, femenino.
Ese error, asqueroso y perfecto, se convierte en un fetiche, un arma, un ritual. Junto a una chica de ojos grises que parece habitar otro plano, el protagonista desafía el sistema, no con gritos, sino con un silencio cargado de dibujos y palabras en el reverso de una hoja en blanco. Un Pelo en la Miga es una novela corta que hibrida noir urbano, lirismo místico y fetichismo cotidiano. Es la crónica de un fracaso que se convierte en liberación, un viaje por las venas de Santiago -sus librerías mohosas, sus empanadas y sopaipillas fritas, sus veredas mojadas en invierno- donde la distracción no es un defecto, sino una brújula para encontrar la libertad en las grietas.
En el corazón de la calle San Diego, en la Galería Comercial Metrópolis, un examen corporativo es la última oportunidad para un soñador crónico que se sabe un error de fábrica. Sin preparación, sin herramientas, su plan de copiar se desmorona cuando lo sientan en el primer puesto, bajo la luz cruda de la vigilancia. La derrota parece absoluta hasta que la colación llega: un queque industrial con un pelo largo, negro, femenino.
Ese error, asqueroso y perfecto, se convierte en un fetiche, un arma, un ritual. Junto a una chica de ojos grises que parece habitar otro plano, el protagonista desafía el sistema, no con gritos, sino con un silencio cargado de dibujos y palabras en el reverso de una hoja en blanco. Un Pelo en la Miga es una novela corta que hibrida noir urbano, lirismo místico y fetichismo cotidiano. Es la crónica de un fracaso que se convierte en liberación, un viaje por las venas de Santiago -sus librerías mohosas, sus empanadas y sopaipillas fritas, sus veredas mojadas en invierno- donde la distracción no es un defecto, sino una brújula para encontrar la libertad en las grietas.