Durante los seis inolvidables anos que mediaron entre 1814 y 1820, la villa de Madrid presenció muchos festejos oficiales con motivo de ciertos sucesos declarados faustos en la Gaceta de entonces. Se alzaban arcos de triunfo, se tendían colgaduras de damasco, salían á la calle las comunidades y cofradías con sus pendones al frente, y en todas las esquinas se ponían escudos y tarjetones, donde el poeta Arriaza estampaba sus pobres versos de circunstancias.
En aquellas fiestas, el pueblo no se manifestaba sino como un convidado mas, anadido á la lista de alcaldes, funcionarios, gentileshombres, frailes y generales ; no era otra cosa que un espectador, cuyas pasivas funciones estaban previstas y senaladas en los artículos del programa, y desempenaba como tal el papel que la etiqueta le prescribía. Las cosas pasaron de distinta manera en el período del 20 al 23, en que ocurrieron los sucesos que aquí referimos.
Entonces la ceremonia no existía, el pueblo se manifestaba diariamente sin previa designación de puestos impresa en la Gaceta ; y sin necesidad de arcos, ni oriflamas, ni banderas, ni escudos, ponía en movimiento á la villa entera ; hacía de sus calles un gran teatro de inmenso regocijo ó ruidosa locura ; turbaba con un solo grito la calma de aquel que se llamó el Deseado por una burla de la historia, y solía agruparse con sordo rumor junto á las puertas de Palacio, de la casa de Villa ó de la iglesia de Dona María de Aragón, donde las Cortes estaban.
Durante los seis inolvidables anos que mediaron entre 1814 y 1820, la villa de Madrid presenció muchos festejos oficiales con motivo de ciertos sucesos declarados faustos en la Gaceta de entonces. Se alzaban arcos de triunfo, se tendían colgaduras de damasco, salían á la calle las comunidades y cofradías con sus pendones al frente, y en todas las esquinas se ponían escudos y tarjetones, donde el poeta Arriaza estampaba sus pobres versos de circunstancias.
En aquellas fiestas, el pueblo no se manifestaba sino como un convidado mas, anadido á la lista de alcaldes, funcionarios, gentileshombres, frailes y generales ; no era otra cosa que un espectador, cuyas pasivas funciones estaban previstas y senaladas en los artículos del programa, y desempenaba como tal el papel que la etiqueta le prescribía. Las cosas pasaron de distinta manera en el período del 20 al 23, en que ocurrieron los sucesos que aquí referimos.
Entonces la ceremonia no existía, el pueblo se manifestaba diariamente sin previa designación de puestos impresa en la Gaceta ; y sin necesidad de arcos, ni oriflamas, ni banderas, ni escudos, ponía en movimiento á la villa entera ; hacía de sus calles un gran teatro de inmenso regocijo ó ruidosa locura ; turbaba con un solo grito la calma de aquel que se llamó el Deseado por una burla de la historia, y solía agruparse con sordo rumor junto á las puertas de Palacio, de la casa de Villa ó de la iglesia de Dona María de Aragón, donde las Cortes estaban.