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Ecopoesia colombiana. La vida de campesino, esa que se mira con desdén en la ciudad, es una labor silenciosa pero contemplativa. Es un maridaje entre el hombre y la tierra. Es un regresar al útero de la vida. Sino se contempla, se aprecia, se desyerba, se abona y desmiga la tierra, ésta, como la mujer, no nos prodiga las caricias anheladas, las cosechas esperadas. En una pareja que se desea, el calor personal es la sazón.
El labrar la tierra es reconocer su nutrientes, su composición y su textura. Así como los amantes requieren respirar, tambien la tierra. Si uno de los amantes es frígido, el otro debe hacer lo pertinente para despertar la libido del otro. El labrancero abre la tierra, la voltea para ventilarla y la aporrea deshaciendo los terrones pulverizándola para que las semillas germinen.