Los Rostros de la Diosa

Par : Sandra Roman
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  • FormatePub
  • ISBN978-1-005-42281-3
  • EAN9781005422813
  • Date de parution17/11/2020
  • Protection num.pas de protection
  • Infos supplémentairesepub
  • ÉditeurC. C. Chamberlane

Résumé

Cuando la nueva espiritualidad de las mujeres empezó a cobrar voces en los años 70 del siglo pasado, uno de los primeros reclamos que escuchamos fue el de los múltiples rostros que nos habían sido arrebatados. Para algunas mujeres algo "no andaba bien" en un esquema cultural donde sólo tres o cuatro tipos de mujer (la madre, la esposa, la hija o la amante del hombre) tenían realidad plenamente permitida y aceptada.
¿Era posible que todas las otras urgencias que afloraban, tanto a través del feminismo como del ansia mundial de"liberación femenina", fueran tan sólo caprichos nuevos, ocurrencias recientes de señoras cansadas, infantiles intentos de imitar al varón para salir del ocio y el aburrimiento; o, a lo sumo, impulsos justicieros de reforma social para llegar a disfrutar de los mismos derechos de los hombres? O había algo más, tal vez, que desbordaba todas estas cosas; una experiencia más profunda y trascendente; un requerimiento del destino de la especie.
Una tarea que completar.(...) los aspectos y rostros de la Diosa Primordial fueron puestos en manos delas mujeres de hoy apelando a un recurso muy directo: las cartas o naipes del Tarot. Al principio, las autoras apegadas a las estrictas estructuras de laCábala Hermética (Vicki Noble y Barbara Walker por ejemplo) incorporaron los renovados tipos femeninos a mazos tradicionales. Pero otras reclamaron una libertad más irrestricta para montar brillantes galerías de retratos de la diosa, sin otro fin que deslumbrarnos con nuestras propias posibilidades de mujeres, y confiando en la virtud mágica delas imágenes para efectuar en las que las contemplen los cambios de conciencia necesarios.
Sandra Román trabaja así, pero apoyada sin embargo en la estructura de una tradición muy sólida, que fue a beber en una tierra donde la Diosa nunca dejó de estar presente: Glastonbury, Inglaterra, donde florecen los espinos de Morgana y la Dama del Lago tal vez habita todavía en las aguas ferrosas de su PozoSagrado. Por eso tiene un punto firme desde donde orquestar este desfile de deidades femeninas, que nos atrapan en una acompasada procesión ceremonial para llevarnos a recorrer zonas aún no exploradas de nuestra propia psique, paisajes que son nuestros por derecho pero que aún no conocíamos.
Lo que aquí se nos ofrece es ante todo una forma de potenciación de las mujeres, que actúa no sólo sobre los niveles racionales sino directamente sobre nuestro inconsciente personal y que más tarde darán paso -si es que seguimos despertando- a las Grandes Presencias que residen en el Inconsciente colectivo y nos requieren como canales y vehículos para hacer que la especie evolucione. Este paseo por sus retratos es más bien una danza de la que participan nuestra mente, nuestra alma y nuestro cuerpo; un cadencioso ritual móvil que llega a ser regocijante y hasta hipnótico cuando lees de corrido las descripciones delas diosas, hasta que sientes a tu psique desdoblar otros pliegues, otros sectores nunca visitados.
Es tu yo femenino que se agranda por el simple contacto con otras actitudes dela Mujer Universal. Dejando atrás los pocos roles permitidos y las marchitas posiciones consabidas de abnegación, dulzura, delicadeza extrema, fragilidad, docilidad y sacrificio, y ese nefasto "amor incondicional" que favorece sobretodo a los que menos lo merecen, descubrimos de pronto la riqueza de nuestro poder de ser y aceptamos a la maga, a la guerrera, a la heroína, a la sanadora, a la maestra, a la liberadora o a la salvadora que habitan en nosotras.
Esta danza envolvente de deidades femeninas extraídas de las mitologías de todo el mundo (y aplicadas sabiamente a los problemas de la mujer patriarcal) puede muy bien servir de antídoto para la unilateralidad de la cultura occidental volcada hacia la androlatría, la adoración de lo masculino que imperiosamente impuso el patriarcado y que ha desequilibrado la vida en la Tierra. Que así sea. Ethel MorganBuenos Aires, julio 2002
Cuando la nueva espiritualidad de las mujeres empezó a cobrar voces en los años 70 del siglo pasado, uno de los primeros reclamos que escuchamos fue el de los múltiples rostros que nos habían sido arrebatados. Para algunas mujeres algo "no andaba bien" en un esquema cultural donde sólo tres o cuatro tipos de mujer (la madre, la esposa, la hija o la amante del hombre) tenían realidad plenamente permitida y aceptada.
¿Era posible que todas las otras urgencias que afloraban, tanto a través del feminismo como del ansia mundial de"liberación femenina", fueran tan sólo caprichos nuevos, ocurrencias recientes de señoras cansadas, infantiles intentos de imitar al varón para salir del ocio y el aburrimiento; o, a lo sumo, impulsos justicieros de reforma social para llegar a disfrutar de los mismos derechos de los hombres? O había algo más, tal vez, que desbordaba todas estas cosas; una experiencia más profunda y trascendente; un requerimiento del destino de la especie.
Una tarea que completar.(...) los aspectos y rostros de la Diosa Primordial fueron puestos en manos delas mujeres de hoy apelando a un recurso muy directo: las cartas o naipes del Tarot. Al principio, las autoras apegadas a las estrictas estructuras de laCábala Hermética (Vicki Noble y Barbara Walker por ejemplo) incorporaron los renovados tipos femeninos a mazos tradicionales. Pero otras reclamaron una libertad más irrestricta para montar brillantes galerías de retratos de la diosa, sin otro fin que deslumbrarnos con nuestras propias posibilidades de mujeres, y confiando en la virtud mágica delas imágenes para efectuar en las que las contemplen los cambios de conciencia necesarios.
Sandra Román trabaja así, pero apoyada sin embargo en la estructura de una tradición muy sólida, que fue a beber en una tierra donde la Diosa nunca dejó de estar presente: Glastonbury, Inglaterra, donde florecen los espinos de Morgana y la Dama del Lago tal vez habita todavía en las aguas ferrosas de su PozoSagrado. Por eso tiene un punto firme desde donde orquestar este desfile de deidades femeninas, que nos atrapan en una acompasada procesión ceremonial para llevarnos a recorrer zonas aún no exploradas de nuestra propia psique, paisajes que son nuestros por derecho pero que aún no conocíamos.
Lo que aquí se nos ofrece es ante todo una forma de potenciación de las mujeres, que actúa no sólo sobre los niveles racionales sino directamente sobre nuestro inconsciente personal y que más tarde darán paso -si es que seguimos despertando- a las Grandes Presencias que residen en el Inconsciente colectivo y nos requieren como canales y vehículos para hacer que la especie evolucione. Este paseo por sus retratos es más bien una danza de la que participan nuestra mente, nuestra alma y nuestro cuerpo; un cadencioso ritual móvil que llega a ser regocijante y hasta hipnótico cuando lees de corrido las descripciones delas diosas, hasta que sientes a tu psique desdoblar otros pliegues, otros sectores nunca visitados.
Es tu yo femenino que se agranda por el simple contacto con otras actitudes dela Mujer Universal. Dejando atrás los pocos roles permitidos y las marchitas posiciones consabidas de abnegación, dulzura, delicadeza extrema, fragilidad, docilidad y sacrificio, y ese nefasto "amor incondicional" que favorece sobretodo a los que menos lo merecen, descubrimos de pronto la riqueza de nuestro poder de ser y aceptamos a la maga, a la guerrera, a la heroína, a la sanadora, a la maestra, a la liberadora o a la salvadora que habitan en nosotras.
Esta danza envolvente de deidades femeninas extraídas de las mitologías de todo el mundo (y aplicadas sabiamente a los problemas de la mujer patriarcal) puede muy bien servir de antídoto para la unilateralidad de la cultura occidental volcada hacia la androlatría, la adoración de lo masculino que imperiosamente impuso el patriarcado y que ha desequilibrado la vida en la Tierra. Que así sea. Ethel MorganBuenos Aires, julio 2002
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