Unos felinos ojos podrían haber sido ser la perdición de un inspector bancario, que a mediados de 1951 auditó la sucursal de un importante banco barcelonés, descubriendo un turbio asunto relacionado con una mujer libanesa. De no ser por el cinismo, sarcasmo y epicúrea manera de vivir de la que hacía gala el alto empleado, la cosa, probablemente, hubiese acabado de otra manera.
Unos felinos ojos podrían haber sido ser la perdición de un inspector bancario, que a mediados de 1951 auditó la sucursal de un importante banco barcelonés, descubriendo un turbio asunto relacionado con una mujer libanesa. De no ser por el cinismo, sarcasmo y epicúrea manera de vivir de la que hacía gala el alto empleado, la cosa, probablemente, hubiese acabado de otra manera.