El mástil y la tormenta es una novela que da voz a quienes la historia intentó borrar. A las niñas que desaparecieron sin dejar rastro, a las mujeres que volvieron distintas, a los huérfanos sin expediente y a los migrantes sin bandera. Desde los fragmentos dormidos hasta los ecos que cruzan océanos, cada capítulo se convierte en un tejido de memorias que se niegan a callar. La narradora, una voz sin cuerpo, pero con herida y luz, emerge desde la ausencia para contar lo que no salió en los periódicos, lo que nunca llegó a los tribunales ni encontró tumba.
Entre mástiles caídos y cuadernos que arden, se despliega una historia coral donde la memoria es resistencia, la palabra es refugio y el eco es promesa. Este libro no solo habla de pérdidas, sino también de la obstinación de quienes, pese al silencio impuesto, siguen levantando puentes invisibles. El mástil y la tormenta es un acto de recuerdo colectivo, un llamado a quienes saben que dentro de ellos late algo que aún espera ser nombrado.
Porque mientras exista alguien que escuche, ninguna voz se apaga
El mástil y la tormenta es una novela que da voz a quienes la historia intentó borrar. A las niñas que desaparecieron sin dejar rastro, a las mujeres que volvieron distintas, a los huérfanos sin expediente y a los migrantes sin bandera. Desde los fragmentos dormidos hasta los ecos que cruzan océanos, cada capítulo se convierte en un tejido de memorias que se niegan a callar. La narradora, una voz sin cuerpo, pero con herida y luz, emerge desde la ausencia para contar lo que no salió en los periódicos, lo que nunca llegó a los tribunales ni encontró tumba.
Entre mástiles caídos y cuadernos que arden, se despliega una historia coral donde la memoria es resistencia, la palabra es refugio y el eco es promesa. Este libro no solo habla de pérdidas, sino también de la obstinación de quienes, pese al silencio impuesto, siguen levantando puentes invisibles. El mástil y la tormenta es un acto de recuerdo colectivo, un llamado a quienes saben que dentro de ellos late algo que aún espera ser nombrado.
Porque mientras exista alguien que escuche, ninguna voz se apaga